Imagen: © 2018. Antonello Dellanotte
El Paseo del Prado y el Buen Retiro, paisaje de las Artes y las Ciencias, es un paisaje cultural de la ciudad de Madrid diseñado en un contexto urbano que ha ido evolucionando a lo largo de la historia al tiempo que mantenía su esencia: el deseo de combinar cultura y naturaleza en el corazón de una ciudad. En torno al Paseo del Prado, prototipo de alameda, se sitúan las grandes instituciones culturales, científicas, políticas, económicas y representativas de la sociedad madrileña y del Estado español. Está ligado, histórica y topográficamente, a los Jardines de El Buen Retiro. Ambos, paseo y parque, forman un conjunto indisoluble cuyo origen se remonta a mediados del siglo XVI, cuando por primera vez se concibe un espacio para que todos los ciudadanos, sin distinción de clases, pudieran disfrutar de la naturaleza dentro de los límites de la ciudad.
Las primeras noticias de su existencia se remontan a 1540, por lo que puede considerarse como el primero de los paseos o avenidas arbolados que surgen en las capitales europeas. Un siglo después, ya en el siglo XVII, el rey Felipe IV decide construir en esta zona privilegiada su nuevo palacio y jardines del Buen Retiro, vinculándose estrechamente desde entonces los jardines del palacio al paseo. El palacio del Buen Retiro, que albergaba extraordinarias colecciones artísticas, se convirtió en el epicentro del Siglo de Oro de la cultura española, escenario de las expresiones artísticas y literarias más notables de la época.
A finales del siglo XVIII el rey Carlos III abrió los jardines al público, integrando el Buen Retiro en la renovación general de la ciudad, al tiempo que nacía una nueva visión del espacio urbano, un complejo proyecto de señalado contenido social que incluía un factor innovador y decisivo único en su época: la creación de un conjunto de edificios e instalaciones de carácter científico. La ciencia adquirió así un papel fundacional en la configuración de un espacio cultural común que ligaba la expansión de la ciudad a la de la ciudad. Era un magno proyecto de divulgación de la ciencia y de enseñanza científica popular que al tiempo embellecería la ciudad, convirtiéndose en un modelo de desarrollo urbano del periodo ilustrado.
Imagen : © 2018. Antonello Dellanotte
Esta forma innovadora de planificación urbana incluía también el embellecimiento del área con nuevas alineaciones de árboles, fuentes y elementos ornamentales, así como la mejora higiénica y la creación de nuevas infraestructuras que contribuían al bienestar de los ciudadanos. El Paseo del Prado y el Buen Retiro son una expresión única y poderosa de los ideales ilustrados aplicados al urbanismo con la excepcional adición de las ciencias como un componente esencial, con el objetivo de socializar el conocimiento y ponerlo al alcance de todos los ciudadanos.
Imagen: © 2018. Antonello Dellanotte
Esta renovación urbana se transformó en un modelo con especial influencia en Latinoamérica, cuyo resultado serían destacados proyectos al otro lado del Atlántico. El Paseo del Prado ejerció una influencia incuestionable en la América hispana desde su origen a mediados del siglo XVI y, más tarde, con mucho mayor impacto, en el siglo XVIII, especialmente en los virreinatos hispanoamericanos, donde se llevaron a cabo proyectos similares de alamedas que se basaban en el modelo español. Más aún, las estrechas relaciones entre ambos continentes no se limitaron tan solo a los proyectos urbanos sino que se ampliaron a proyectos culturales o científicos, especialmente las expediciones botánicas que partieron del Real Jardín Botánico hacia Latinoamérica y alrededor del mundo. Estas intensas conexiones están vivas todavía en proyectos culturales y científicos conjuntos y en instituciones como la Asociación de Academias de la Lengua Española o la Casa de América.
El Paseo del Prado y el Buen Retiro, paisaje de las Artes y las Ciencias, representa una sociedad utópica, un crisol de aspiraciones humanas en la cúspide del Imperio español cuando la democratización del conocimiento se introduce como base de la sociedad de un nuevo mundo, una idea para mejorar la sociedad que sobrepasa los límites de España y se extiende al otro lado del océano.
Su relación con las Artes y las Ciencias lo convierte en un extraordinario lugar dentro de un contexto histórico excepcional que ha perpetuado su vitalidad hasta nuestros días. Creado como un espacio de recreo y ocio para sus ciudadanos, el mecenazgo de las artes por los Austrias propició la expansión de colecciones artísticas únicas que, en la mayoría de los casos, han permanecido dentro de los límites del bien, y que se han multiplicado con la construcción de numerosos museos y centros culturales a lo largo del tiempo hasta el punto que en el último siglo se ha convertido en el llamado “Paseo del Arte”. Junto a esta vocación artística y, como se ha mencionado, simultáneamente a la intervención ilustrada del siglo XVIII, las ciencias cobraron una importancia única y extraordinaria, junto con la sanidad y la industria, ligas a la renovación de la ciudad con la llamada “Colina de las Ciencias”.
Así las artes, las ciencias, la sanidad, la industria y la investigación, como parte de un intercambio de valores humanos y científicos que promueven la difusión del conocimiento y cuyo papel público y social se ha preservado con increíble vitalidad, forman una unidad cultural total, enraizada en la consciencia de los ciudadanos.
A lo largo de los siglos XIX y XX todo el espacio se fue enriqueciendo con destacados edificios que albergan las más importantes instituciones culturales, políticas, sociales, científicas o económicas representativas de una sociedad viva. Conviven con grandes demostraciones de participación ciudadana que siempre encuentran en el Paseo y el Parque un territorio de expresión libre.
Imagen: © 2018. Antonello Dellanotte
Todo ello confiere al Paseo del Prado y el Buen Retiro, paisaje de las Artes y las Ciencias, un valor excepcional como modelo de un único tipo de proceso de urbanismo singular adelantado y casi irrepetible, reflejo de una concepción de un ideal utópico para una nueva sociedad que se expandió más allá de nuestras fronteras. Un paisaje cultural urbano, rico y heterogéneo, evolutivo y dinámico, diseñado cuidadosamente para el recreo y la formación de los ciudadanos en contacto con la naturaleza.
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