Hace 20 años, la Convención Europea del Paisaje (Florencia 2000) vio el potencial de una perspectiva del paisaje totalmente integrada para contribuir a una relación más sostenible entre la sociedad y el medio ambiente basada en el reconocimiento de la codependencia mutua. Desde el año 2000, han entrado en escena nuevos desafíos y oportunidades. Las preocupaciones en torno al cambio climático, la seguridad alimentaria y energética, el bienestar, la salud pública (por ejemplo, pandemias), la pérdida de biodiversidad, la globalización, por mencionar solo algunas, son ahora fundamentales para las agendas sociales y políticas. Por otro lado, el pensamiento sistémico ha ampliado nuestras posibilidades de comprender y aprovechar las conexiones sinérgicas entre las dimensiones cultural, ecológica, social, económica y perceptiva del paisaje.
En este nuevo contexto, los objetivos de la Convención de Florencia son más válidos que nunca, abundan los estudios de casos de mejores prácticas, pero la implementación a gran escala se está quedando atrás. Como punto de partida, este Manifiesto se basa en el principio de que la gobernanza y la gestión del paisaje europeo deben guiarse por la sostenibilidad, la democracia, los derechos humanos, el estado de derecho y la diversidad cultural y medioambiental. Aboga en todo momento por un enfoque que incluya el paisaje en todos los campos de políticas y planificación que afectan el paisaje.
El Manifiesto se dirige a toda la sociedad europea, con especial énfasis en los organismos gubernamentales a nivel internacional, nacional, regional y local, comprometidos con una evolución futura responsable de Europa y la comunidad europea.