Rosa Albertine, 2019. Fotografía L. Roquero
LUISA ROQUERO
Licenciada en Historia del Arte (UCM)
Proyectista de Jardines por la Escuela Castillo de Batres. Investigadora
Al pie del alcázar segoviano, junto a ‘la puente castellana’, en la calleja Marqués de Villena está EL ROMERAL DE SAN MARCOS, el jardín privado del paisajista Leandro Silva (1930-2000). Su umbral con una sencilla puerta de reja nos incita a penetrar el misterio de su interior, sin saber que tal vez implique un viaje hacia nuestro jardín interior.
El visitante sube por una larga escalera entre muros hasta el descansillo donde se produce el quiebro de un segundo tramo de escalones rematado por dos copas de tradición clásica ornadas con siemprevivas (Echeveria glauca). A ambos lados hay unos cuadros de rosas blancas (Rosa ‘Penélope’). La sala que recibe al visitante está conformada por un muro de roca de color ocre que respalda a un banco de madera, dos parterres alfombrados de vinca (Vinca minor) con unas bolas de boj (Buxus sempervirens) y un conjunto de palmitos reales (Trachycarpus fortunei).
Entrada (Foto L. Roquero)
A la derecha, se abre un LARGO PASEO RECTILÍNEO, delimitado por unas paredes vegetales de durillo (Viburnum tinus) con un arriate de herbáceas de follaje glauco y plateado a sus pies. Unas VENTANAS abiertas al paisaje, que coinciden con los accesos a la MEDIA LUNA, modulan el eje en tres segmentos aportando luz al paseo y ofreciendo unos ámbitos de reducidas dimensiones con un banco de madera. La primera ventana está flanqueada por dos parrotias (Parrotia persica). La segunda, respaldada por una masa de Iris germanica, forma parte de una placita cuadrada con cuatro tejos (Taxus baccata) en los ángulos, que está precedida de un ciruelo (Prunus domestica) de explosiva floración blanca en primavera.
Eje (Foto L. Silva) Eje.(restauración 2002/04 L.Roquero y JP Sacedón) Banco (Restauración 2002 -2004)
En LA MEDIA LUNA crecen diversos tipos de viburnos de porte bajo (Viburnum davidii), de porte medio (Viburnum carlesii) y porte alto (Viburnum tinus) todos ellos de floración blanca a finales del invierno, peonías arbustivas y peonías herbáceas de floración magenta en primavera y verano, y crisantemos de floración otoñal en amarillos y azules.
Una escalera rematada con dos copas sube a la elegante SALA DE LOS TILOS, cuyo umbral está flanqueado por dos tejos. Es un ámbito rectangular muy alargado rodeado de acebos (Ilex aquifolium) y tilos (Tilia cordata) que proporcionan una fresca y perfumada sombra en el mes de Junio. Desde aquí hay una vista sobre las huertas del Eresma y la Real Casa de la Moneda construida en tiempos de Felipe II al otro lado del río.
Al fondo hubo un olmo (Ulmus pumilla) que servía de punto focal al paseo pero un vendaval lo desgajó en diciembre del año 2000 causando estragos en la vegetación. Lo que en un primer momento pareció una catástrofe, resultó ser un acierto porque en esta zona Leandro Silva quiso siempre instalar un PABELLÓN y Julia Casaravilla, su viuda, aprovechó la acción de la Naturaleza que había despejado el lugar para realizar póstumamente su deseo.
Pabellón de Julia (Foto L. Roquero)
Tras contemplar desde lo alto de la escalera el contracampo del paseo rectilíneo, tomamos el camino que sube al farallón. A la izquierda se abre un camino curvo que bordea el BANCAL DE LOS BAMBÚES (Kuvasasa spp) pero optamos por continuar el ascenso hasta la terraza del farallón con su imponente estructura geológica: prominentes estratos y profundas oquedades que nos conectan con la fuerza telúrica de la roca cretácica. A la derecha está el CAMPO DE LAVANDAS con una masa de lirios de color ocre que crecen entre los romeros (Rosmarinus officinalis) al pie de la roca, seguimos por la izquierda guiados por un rumor de agua que fluye oculta por la vegetación. Los tallos arqueados de un rosal (Rosa banksiae) suben por el farallón conformando un túnel de verdor. El suelo está cubierto por un tapiz de bambú enano (Pleioblastus distichus pygmaeus). Tras un recodo, desembocamos en EL REGATO, el segundo eje transversal del jardín que empieza en la alberca octogonal de peces dorados en el extremo superior y termina en la alberca cuadrada de peces plateados en el extremo inferior. Al pie del regato hay una salita con dos bancos. Una masa de bambúes (Fargesia murielae) forma una GRUTA VEGETAL que esconde la alberca cuadrada. Las estilizadas hojas de color verde claro de los bambúes contrastan con las anchas y lustrosas hojas del lauro (Prunus laurocerasus ‘Otto Luyken’).
A la derecha, otro conjunto de palmitos reales (Trachycarpus fortunei) actúa de telón de fondo, a sus pies florecen lirios azules en mayo. Aquí convergen el CAMINO DE BAMBÚ y el CAMINO DEL INDIO. Detrás de la alberca crece un viburno (Viburnum x bodnatense) cuya precoz floración de color rosa y penetrante perfume señala el despertar de la vegetación a principios de Febrero. Este efecto cromático se produce nuevamente en abril cuando florece el contiguo árbol del amor (Cercissiliquastrum).
Campo de Lavandas (restauración 2002/2004)
Ascendemos por los escalones del regato a la TERRAZA DE LOS CIRUELOS PÉNDULOS (Prunus serrulata ‘Pendula’) que marcan un momento estelar del jardín con su deslumbrante floración blanca en Marzo. Como en los jardines orientales, las ramas péndulas actúan de cortina velando la siguiente escena. En la terraza crecen rosales arbustivos de flor blanca (Rosafloribunda ‘Iceberg’) y herbáceas vivaces de follaje gris (Lychnis coronaria) flor blanca ‘Alba’ y flor magenta ‘Rose Campion’, y anémonas (Anemone x hybrida ‘Honorine Jobert).
Un segundo tramo de escalones flanqueado por dos tejos en su parte alta conforma el umbral de la SALA DE LA ALBERCA OCTOGONAL. Este espacio cuadrangular marca el climax del recorrido. El espejo de agua crea paisajes virtuales, jugando con los límites entre realidad e ilusión: el jardín como lugar evanescente entre lo que existe y lo que imaginamos. Aquí crecen unos arces (Acer pseudoplatanus ‘Atropurpurea’) con hojas de envés rojizo que producen un sugerente contraste cromático con el verde oscuro de los cipreses (Cupressus sempervirens). En la tierra vegetal hay un dibujo de líneas curvas, realizado con hiladas de ladrillo para contener diversas herbáceas tapizantes y lirios azules.
A mano izquierda está el PASEO DEL OBISPO cuyo umbral está flanqueado por dos Prunus lusitanica. El tercer umbral de la sala, flanqueado por dos durillos, nos introduce en una umbrosa zona con un sotobosque de nandinas (Nandina domestica). Observamos la sonrisa irónica de una máscara de Fauno situada en el muro de contención. Una escalera acodada de color verde celadón sube al manantial.
A la derecha, el camino discurre en paralelo a la acequia que recoge las aguas que se filtran a través de la roca caliza. Al fondo hay una alberca y la ROCA DE LA REFLEXIÓN. Este recóndito lugar favorece el recogimiento y la confidencia, la roca ofrece un cobijo natural donde estuvo el sillón de mimbre que utilizaba Leandro Silva, hasta que la Naturaleza lo desintegró.
Nos acercamos al MANANTIAL, la fuente de vida del jardín. El agua se recoge en un pequeño pilón y de allí pasa a una gran alberca donde se acumula para el riego. Una cabeza de león mimetizada con la roca nos recuerda que en la cultura del desierto, quien tiene el agua tiene la fuerza y el poder. Es una zona muy húmeda, las paredes están cubiertas con culantrillo (Adiantumcapillus-veneris). El antepecho de la alberca está adornado con una concha, emblema de la fertilidad. Un arriate de lirios blancos delimita la terraza.
Comienza el descenso. Un magnífico avellano (Corylus avellana) se alza junto a la ESCALERA DE ULISES, pintada también en color verde celadón. A través de la vegetación, en otros tiempos se vislumbraba el ábside románico de San Blas situado en la parcela colindante. En la actualidad hay una zafia tapia de bloques de hormigón. Al inicio de la escalera hay una Rosa Ballerina con sus característicos ramilletes de flores sencillas de color rosado y a ambos lados del primer tramo de escalones crecen rosales arbustivos de flor blanca (Rosamoyesii ‘Nevada’). Al pie de la escalera destaca un exótico pino del Himalaya (Pinus wallichiana), cuyas largas y suaves acículas de color verde grisáceo prolongan el efecto cromático del segundo tramo de escalones flanqueado por masas de salvia de Jerusalén (Phlomis fruticosa).
Enfilamos el PASEO DEL OBISPO. En su lado Norte hay un hemiciclo respaldado por una rocalla natural con una composición topiaria de bojes, tejos y pinos enanos (Pinus mugo). En el lado Sur hay un manzano (Malus spp) y varios membrilleros (Cydonia oblonga maliformis) del antiguo huerto, cuyos frutos perfuman el ambiente en Septiembre.
Llegamos al PATIO DEL PINO. Es un espacio rectangular delimitado por un murete bajo con un banco de obra. El alcázar asoma entre los cipreses. Hay un pino piñonero (Pinus pinea) y un conjunto de rosales de floración rosa asalmonado (Rosa ‘Albertine’) que prolongan el color de los paramentos cuando se abren sus perfumadas flores a principios de Junio. Los muros de contención de la plataforma de la sala de la alberca octogonal con las copas en las esquinas alternando con los cipreses componen una imagen evocadora de los jardines toscanos.
Una estrecha escalera con líneas de hiedra (Hedera helix ‘Minor’) subrayando los escalones acompaña a un talud donde estuvo la COLINA DE LOS IRIS. Leandro Silva sentía verdadera pasión por los lirios, logró coleccionar una gran variedad hasta el punto de organizar a mediados de Mayo, la Fiesta del Lirio que congregaba a especialistas y amigos.
El recodo de la escalera está rematado con un pequeño obelisco. Las máscaras de dos faunos, medio escondidas entre la hiedra que trepa por el paramento, sonríen burlonas.
Estamos nuevamente en el nivel de la terraza de acceso al jardín. Desde aquí podemos entrever a la derecha la última sorpresa del recorrido: el SALONCITO DE BOJ (Buxus sempervirens). Es un sobrio y recoleto espacio delimitado con bolas de boj con un banco de madera que permite ver, sin ser visto, quién entra en el jardín.
Saloncito de Boj (restauración 2002/2004)
Y aquí termina el recorrido del Romeral de San Marcos, verdadero compendio del buen hacer del paisajista Leandro Silva, donde consiguió crear algo más que un vergel en las hoscas tierras de Castilla. En su jardín aparecen trabadas con naturalidad las más diversas tradiciones jardineras de Oriente y Occidente: la cultura mediterránea del agua y la sombra, la tradición persa de jardín que atiende a los cinco sentidos transformando el paseo en una experiencia sensorial transcendente, la utilización de elementos ornamentales (copas, conchas, obeliscos, leones y faunos) con toda su carga numinosa que nos remonta a la Antigüedad clásica, los escalones con las medidas (42cm x 14cm) establecidas por Le Nôtre como las más idóneas para subir escaleras sin modificar el ritmo del paseo, la evocación del Lejano Oriente en el uso de bambúes y árboles de porte péndulo velando los umbrales de algunas escenas y en su afición por las anémonas, las peonías y los crisantemos, los jardines de estancias británicos con sus cuidadas composiciones vegetales basadas en el manejo de tamaños, formas, texturas y colores de las plantas… Una lección inagotable para todo aquel que se adentre en el mundo del jardín.
© Luisa Roquero. Madrid 2019.
Recorriendo el Jardín